domingo, 29 de mayo de 2011

Lunes por la mañana. El deseo y los sueños hacen que algunas ciudades comiencen a huir. Quizás por eso haya abandonado sobre la mesa de la cocina el reloj, no quiero ser una atléta a la que los segundos, los minutos y la horas se le metan con violencia dentro de los ojos hasta borrarle el camino. Ahora, el tiempo es lo que menos debe preocuparle a mis extremidades inferiores.

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